El accidente que arroja un diagnóstico: Iztapalapa y el Mundial 2026

Hace unos días, la Ciudad de México fue escenario de una tragedia brutal: la explosión de una pipa de gas bajo el Puente de la Concordia, en Iztapalapa, que dejó un saldo que ya asciende a 20 muertos y más de 90 personas heridas, muchas de ellas hospitalizadas por quemaduras graves, además de múltiples viviendas y vehículos dañados. Esas imágenes me hicieron pensar, primero, en lo frágil que puede resultar la vida urbana cuando la infraestructura no es la adecuada o cuando la regulación no se atiende debidamente; y, de inmediato, esto me llevó a la reflexión de que, si un accidente como este puede convertir una vialidad en campo de batalla, ¿estaremos preparados para un evento de escala global como el Mundial de 2026?

Datos preliminares señalan que la pipa pudo no haber cumplido ciertos requisitos técnicos, y que la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) no tenía registro actualizado de póliza válida para la unidad. Algo escandaloso, si pensamos que en la capital circulan más de 8,000 pipas de gas LP y que, según datos de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), un número significativo de ellas ha presentado irregularidades en revisiones recientes, desde pólizas hasta condiciones técnicas. Todo ello hace ver el accidente de Iztapalapa como un recordatorio de que no corregir a tiempo lo que está mal, puede devenir en tragedia.

Así, esta terrible lección exhibe un problema estructural: que la ciudad no está lista para mover materiales peligrosos con estándares que reduzcan el riesgo en zonas densas, como por ejemplo una pipa sin póliza registrada ante la autoridad sectorial. La ASEA informó que la empresa involucrada —Transportadora Silza— no había ingresado en 2025 las pólizas de responsabilidad civil y ambiental vinculadas a los permisos de transporte relacionados con la unidad siniestrada. Otras aseguradoras, por su parte, pidieron revisar la obligatoriedad de coberturas y verificación continua, algo que podría parecer un tecnicismo, pero no lo es, ya que hablamos del seguro que paga ambulancias, hospitalizaciones e indemnizaciones cuando todo sale mal.

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En mi participación en foros empresariales y tecnológicos he insistido en que la seguridad no se puede garantizar sólo con discursos, se hace por medio de sistemas de control, de mantenimiento real e inspecciones serias que conduzcan a la certeza de que todo está en regla y es confiable. ¿Cuántos verificadores tiene hoy la ASEA para cubrir todo el país? Apenas unos cientos, frente a un parque vehicular de miles de unidades… el desfase es algo evidente en lo que no hace falta ahondar.

En términos de vialidades, la Secretaría de Movilidad (Semovi) ubicaba el año pasado la zona vehicular donde ocurrió la explosión en el segundo sitio más accidentado de la ciudad. Muchos de estos accidentes están relacionados con transporte pesado. ¿Por qué? Porque se trata de calles colapsadas, llenas de baches que parecen trampas y con una carencia de señalización que convierte cada traslado en una ruleta rusa.

Vuelvo a la pregunta: si así operamos en la vida cotidiana, ¿qué pasará cuando recibamos a millones de visitantes y equipos internacionales en el Mundial? Si la ciudad no puede asegurar el traslado de una pipa de gas, ¿cómo garantizará la seguridad de contingentes internacionales, la movilidad de los aficionados y el funcionamiento de la ciudad en un evento que exige los mayores estándares?

Estamos acostumbrados a medir la infraestructura en el tamaño o la cantidad de estadios nuevos y a pararnos el cuello en las conferencias de prensa con esos datos, pero la verdad es que no, no se mide así, sino en la capacidad que la ciudad le otorga a sus ciudadanos de llegar vivos a sus casas después de atravesarla.

El Mundial de 2026 será una vitrina universal y no hay campaña de promoción que pueda ocultar los baches, la falta de regulación o el caos en el transporte. Lo que se vivió en Iztapalapa nos arroja el diagnóstico de un país que quiere jugar en las ligas mayores, pero con reglas de operación propias de tercera división. El evento deportivo más importante del año que entra exigirá accesos confiables, una operación adecuada del transporte público y corredores logísticos sin incidentes; la FIFA no solo pide que haya estadios, también exige una movilidad correcta, una capacidad hotelera apropiada y servicios continuos sin interrupciones críticas.

París 2024 dejó una vara muy alta. Desplegaron más de 4,000 agentes de seguridad diarios en el transporte, instalaron 80,000 cámaras y delimitaron perímetros de acceso con la precisión de un reloj suizo. Y mientras ellos mostraron una gran coordinación y previsión, la CDMX, bajo el gobierno de Clara Brugada, quien ha mostrado suficientes deficiencias en su desempeño, sigue parchando baches y persignándose para que no exploten más pipas. La diferencia entre planear y rezar es la que definirá si en 2026 damos la talla o quedamos en evidencia ante el mundo.

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